Unos 100 oficiales de ambos sexos -de un total de 1.050 agentes de la fuerza- reciben el entrenamiento una vez por semana sobre el tradicional arte marcial japonés.
La Policía Local incorporó una serie de entrenamientos en técnicas de Aikido para sus oficiales, con el objetivo de que el tradicional arte marcial japonés ayude a evitar confrontaciones innecesarias y refuerce las estrategias defensivas ante posibles ataques, como el que terminó semanas atrás con el robo de armas a dos agentes.
Este programa de entrenamiento surgió de una idea conjunta entre la Secretaría de Seguridad municipal, a cargo de Fernando Telpuk, y el fiscal del Fuero Penal Juvenil, Walter Martínez Soto, que a su vez es experto en la disciplina y tiene el grado de “segundo dan”.
“Durante más de dos meses se planificó esta iniciativa, que busca reforzar las técnicas de defensa en la calle, con el foco puesto en evitar situaciones de confrontación y en la reducción y el desarme de un posible atacante”, dijo a Telam Telpuk, que tiene bajo su órbita la dirección del cuerpo policial.
Si bien el funcionario señaló que la idea surgió antes del reciente robo de sus armas sufrido por dos agentes mujeres en pleno centro de la ciudad, ese hecho “reforzó la intención de encarar una experiencia de este tipo”.
“En un principio, vimos que la Policía había tenido una serie de inconvenientes, en el simple hecho de que quizás los insultaban o les decían ‘pitufos’ por el color de su uniforme y se originaba una reyerta. Muchas causas por desobediencia terminaban con policías procesados, y empezamos a pensar en una forma de entrenamiento que sirva para defensa, sin querer entrar en conflicto permanente”, explicó por su parte Martínez Soto.
En una primera etapa que se extenderá hasta diciembre, 100 oficiales de ambos sexos -de un total de 1050 agentes de la fuerza- reciben el entrenamiento una vez por semana.
Las prácticas se realizan en la sede del Club Once Unidos y son comandadas por Néstor Montero, que tiene el grado de “tercer dan” en la disciplina oriental y es uno de los miembros del Club Akikai, integrante de la Asociación Marplatense de Aikido.
Montero explicó que fue necesario “repensar las técnicas del Aikido para que sean útiles en las situaciones particulares que los oficiales pueden encontrar en la calle”.
“A veces los civiles no podemos comprender lo que sucede afuera, y por eso la idea fue reformar un poco este arte marcial manteniendo la base de la no confrontación y el trabajo con la fuerza del oponente”, señaló a Télam, durante la primera clase con uno de los grupos seleccionados.
Durante el entrenamiento, vestido con el tradicional kimono -el keikogi-, Montero insistió en que “la idea es conocer el trabajo del cuerpo, y aprovechar la fuerza del oponente para reducir a la persona con el mínimo esfuerzo y el menor daño posible para ambos”.
Las primeras sesiones incluyeron estiramientos, prácticas de caídas para proteger la cabeza y métodos de repeler un ataque, y dieron lugar a algunos desafíos planteados por los propios agentes, como la necesidad de ensayar esas técnicas, por ejemplo, con un chaleco antibalas, que dificulta la elasticidad y aporta en promedio cinco kilos de peso extra.
Para Martínez Soto, que además de ser uno de los impulsores de esta iniciativa es uno de los instructores, el Aikido puede fomentar “una forma distinta de ejercer el poder de Policía”.
“Partiendo de la idea de que el policía ya es una autoridad y que va armado, no puede reaccionar como el común de la gente, que ante un insulto o un golpe se trenza en lucha. No es lo adecuado, y pierde el eje de la autoridad. El Aikido trabaja a través de técnicas de guerra, con las que uno puede razonar de otra manera”, dijo.
En esa línea de trabajo, agregó que “el Aikido propone pensar en una retención o una anulación del agresor, que hace que el policía se sienta cubierto y no esté pensando siempre en clave de violencia”.
Equilibrio, distancia, flexibilidad y confianza son algunas de las herramientas que busca incorporar el programa, detrás de cuatro líneas de acción puntuales: salir de la línea de ataque, conservar la distancia, buscar un desequilibrio en el oponente y ante una situación de violencia, la reducción con detención.
Los instructores tomaron como modelo experiencias desarrolladas por fuerzas de seguridad japonesas.
Detrás de ese modelo, Martínez Soto subrayó la idea rectora: “Hay que cambiar el chip de golpear y pegar. El policía tiene que poder medir una situación violenta desde otro eje, no entrar siempre en el conflicto: se trata de proteger y protegerse”.